Un trasplantado logra concienciar a las autoridades sobre los riesgos de resaltos y badenes

Los resaltos vuelven a estar en el punto de mira de las autoridades, esta vez, en el País Vasco. En los últimos meses, las Juntas Generales de Álava y de Vizcaya han congelado cualquier nueva instalación de estos elementos, a la vez que han dejado de subvencionar la colocación.

Aunque parezca sorprendente, ha sido un único ciudadano el que ha logrado convencer a las autoridades vascas para que tomen una decisión de este tipo. Su nombre es Mateo Lafragua y, después de superar dos trasplantes, ha destapado de forma pública una de las desventajas más evidentes que conllevan los resaltos: el riesgo que suponen para algunos enfermos.

Mateo Lafragua cuenta al Diario Vasco su odisea personal con los resaltos. Dado su estado de salud, tiene la necesidad de acudir con bastante frecuencia a un centro hospitalario. Relata que en un tramo en concreto de siete kilómetros el vehículo en el que viaja supera hasta diecinueve de estos elementos.

Al principio asumió en silencio estos obstáculos. No obstante, según se sucedían los trayectos al hospital, comenzó a descubrir que no era el único paciente a quien los resaltos y badenes le resultaban un suplicio. No solo eso, sino que él mismo llegó a sufrir de primera mano el riesgo del que hablamos: «En una ocasión, me desestabilicé al pasar por uno de estos elementos, la ambulancia tuvo que parar para recuperarme porque me iba».

Lafragua decidió movilizarse para tratar de combatir una situación que no solo le afecta a él, sino a otros muchos pacientes y enfermos. Comenzó, precisamente, a recopilar testimonios de otras personas que pasaban por experiencia similares con el objetivo de elaborar un estudio específico, gracias al ánimo del asesor de movilidad y seguridad vial del Real Automóvil Club Vasco, Luis Murgia.

Antes de continuar con su historia, es necesario que repasemos varios aspectos de la reciente historia del resalto en España. Según Circula Seguro, en 2009 hubo una actualización de la normativa que los regula (en concreto, la Orden FOM 3053/2008). Esta introducía una serie de limitaciones específicas para los resaltos. Por poner algunos ejemplos de este reglamento, se prohíbe colocar resaltos en tramos de travesías con intensidad media diaria superior a 5.000 vehículos, o bien una intensidad horaria punta superior a 300 vehículos.

En las vías con velocidades máximas de entre 30 km/h y 50 km/h, para los resaltos reductores de velocidad del tipo paso de peatones elevado, se especifica que deben tener una altura de 10 centímetros; la longitud del tramo elevado horizontal debe ser de 4 metros; la longitud de la rampa de entrada y de la rampa de salida ha de ser de 1 metros para 30 km/h, 1,5 metros para 40 km/h y 2,5 metros para 50 km/h; y el escalón en el borde de entrada debe ser inferior a medio centímetro.

Todos estos ejemplos técnicos sirven para apoyar las palabras del propio Murguia: sigue existiendo una falta de rigor a la hora de instalar resaltos. Esta viene provocada en parte a que la norma obliga al cumplimiento de lo escrito en la red de carreteras del Estado, pero que es una recomendación para carreteras autonómicas y en vías urbanas (salvo travesías).

¿Pero es que todo el mundo odia los resaltos?

Mateo Lafragua no habla en su estudio de erradicar los resaltos, sino que ofrece una serie de propuestas. Las escasas dieciséis páginas de su trabajo le sirvieron para que los medios de comunicación se hicieran eco del asunto y se subrayaron otros aspectos clave, como que los resaltos retrasan la llegada de las ambulancias a los hospitales. El texto acabó en el Parlamento Vasco en febrero de 2016, con un compromiso en ciernes de realizar un estudio más amplio dentro de esta comunidad autónoma y las medidas provinciales ya mencionadas.

Existe una gran variedad de tecnologías que podrían ayudar a solventar este tipo de situaciones: badenes que solo afectan a los que sobrepasan el límite de velocidad marcado, bandas de resalto de altura variable dinámica, badenes más respetuosos con los vehículos o badenes inteligentes. Desafortunadamente, la mayoría se topan con una desventaja de precio considerable. Lafragua, por su parte, apunta en su estudio hacia soluciones similares a las que se están aplicando en Francia, como los estrechamientos en la calzada o la instalación de pivotes de plástico.

Veremos cómo evoluciona la situación en el País Vasco. En cualquier caso, Mateo Lafragua ha conseguido allí algo que, a todas luces, es necesario a la hora de instalar nuevos resaltos y cambiar (o no) los existentes: concienciar para que los resaltos se adapten a nosotros, y no nosotros a ellos.

Fuente: http://www.circulaseguro.com/